El 30 de
agosto de 2003, encarando un otoño clave para las aspiraciones del PSOE en las
Elecciones Generales de marzo de 2004, comenzaba en la localidad cántabra de
Santillana del Mar la reunión del Consejo Territorial del PSOE. Casi diez años
después, el PSOE y el PSC vuelven a estar en la oposición y el espíritu de
Santillana del Mar ha sido borrado completamente, entre otras cosas porque la gestión
del mismo fue desastrosa.
Lo que debería haber sido un punto
de partida para una imprescindible reforma de nuestro modelo territorial a
partir de los postulados socialistas del siglo XXI, se ha transformado en un
conflicto que amenaza con romper, por un lado, el modelo de Estado y, por otro,
el marco de relaciones entre dos partidos hermanos: el PSOE y el PSC.
Justamente el espíritu y la letra de
la declaración de Santillana del Mar trataban de establecer un marco sólido de
relaciones institucionales entre todas las regiones y comunidades autónomas de
España, basado en los principios de pluralidad y lealtad constitucional,
teniendo como punto de referencia el título VIII de nuestra Constitución.
Para el
encuentro se había preparado un documento titulado “La España plural: La España constitucional, la España unida, la España
en positivo” del que, en primer lugar, destaca su título, el concepto de la
España plural tan utilizado por Zapatero y cuyo primer usuario fue Pascual
Maragall que lo venía manejando desde hacía dos años. La primera vez que lo
utilizó fue en una conferencia leída en el Club Siglo XXI, el 8 de febrero de
2001, y presentada por el propio Zapatero en la que el dirigente catalán habló
de su proyecto para España y de un nuevo consenso constitucional en el que se
reconocieran los hechos diferenciales de Cataluña y Euskadi.
En
Santillana del Mar se expresó la conveniencia de abordar la reforma de la
estructura del Estado pero sin abandonar el Estado de las Autonomías diseñado
por la Constitución de 1978. La resolución planteaba unas reformas de carácter general
como potenciar el Senado como auténtica Cámara territorial, al tiempo que se
admitía la posibilidad de acometer otras eventuales reformas particulares o
estatutarias con el fin de atender las demandas de incremento competencial y de
mayor participación en las tareas estatales por parte de aquellas que lo
plantean a través de la reformas estatutarias.
Curiosamente el término federal no
se mencionaba en el documento pero está claro que todo aquello que allí se
planteó iba en la línea de federalización del Estado de las Autonomías, con una
reforma constitucional limitada a acoger la nueva configuración y funciones del
Senado.
En la nueva
doctrina del PSOE de aquellos tiempos se empezaba a usar el concepto de “España plural” con cierta naturalidad. El
término fue utilizado en la reunión de Santillana del Mar, donde se decía que “la esencia de la unidad de España es el
reconocimiento de su pluralidad y que el Estado Autonómico no sólo es
respetuoso con la pluralidad de las autonomías, sino que lo es también con la
singularidad y la particularidad de hacer valer-sin quebranto de los principios
constitucionales y los derechos iguales de los ciudadanos-las Comunidades
Autónomas o cada Comunidad Autónoma”. Como vemos no se utilizaba el término
“hechos diferenciales” pero usaba un
sinónimo que es “singularidades”, lo
que implica la aceptación velada de la asimetría, piedra angular desde el proceso constituyente del nacionalismo
catalán y vasco, para el reconocimiento de sus “hechos diferenciales”, todo ello para que las “Comunidades Autónomas se sientan cómodas, y para que el espacio común y
compartido sea habitable y aceptable para todos”.
Este
esfuerzo de reforma no nacería fruto de una reforma general de todos los
Estatutos de Autonomía, sino como resultado de la bilateralidad propia de reformas estatutarias
particulares. Esto, lógicamente, no tiene nada que ver con un proyecto federal
al uso, ni con una estructura de Estado integral, sino más bien con un “federalismo asimétrico” que el PSOE no había defendido nunca
desde el proyecto constituyente de 1978 hasta ese año de 2003, y que sería
traducido en papel en el Estatuto de Cataluña con la aquiescencia del Grupo
Parlamentario del PSOE en el Congreso y con la del propio Gobierno de José Luis
Rodríguez Zapatero en el año 2005.
Otro de los aspectos claves de
Santillana del Mar fue marcar una serie de líneas rojas que no podían ser
traspasadas por las reformas estatutarias promovidas o apoyadas por los
socialistas españoles, algo que, posteriormente, se traspasaría con el Estatuto
de Cataluña. En la declaración se propuso una “oposición frontal a todo segregacionismo o pseudosoberanismo”, en
referencia a los primeros pasos del Plan Ibarretxe, y se quiso ajustar a una “impecable adecuación a la Constitución, a
sus valores, y a la integridad política y territorial de España” y apostó
por un amplio consenso social y político para fundar la iniciativa de la
reforma estatutaria y congruencia en el proyecto político socialista. Algunas
de estas líneas rojas no veían explicadas en el proyecto original y fueron
incorporadas a partir de enmiendas de Rodríguez Ibarra y José Bono, pero no se
cerró un tope competencial que no pudiese rebasar ningún estatuto de autonomía.
El balance final de la reunión de
Santillana del Mar es que todos los miembros de la misma salieron más o menos
contentos. De un lado, el partido salió reforzado en su imagen de ocuparse de
temas de interés nacional, los “barones
regionales”, con Bono y Rodríguez Ibarra a la cabeza, también mostraron su
satisfacción al haber marcado ciertas líneas rojas al modelo de Estado y los
socialistas vascos vieron reconocidas sus preocupaciones a la vez que frenaban
al Plan Ibarretxe. Los socialistas catalanes, por su parte, se mostraron
especialmente satisfechos y así, para Joaquín Nadal “el documento intenta poner de manifiesto que el modelo constitucional
está suficientemente maduro para que se pueda impulsar y hacer posible la
diversidad y pluralidad so que nadie tiemble” y Pascual Maragall apuntó que
“hemos puesto las bases del segundo
cuarto de siglo de la España democrática…la España plural ha dado un paso de
gigante y ha echado a andar con paso firme”.
Para
finalizar, el secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, en el discurso
de clausura de las Jornadas de Santillana del Mar, destacó que esta declaración
contiene un proyecto que consigue “madurar
la España constitucional”, al desarrollar aspectos de la Constitución de
1978 que habían permanecido durante 25 años sin ningún tipo de cambio. Alabó la
necesidad de dar un nuevo proyecto para la estructura territorial del Estado,
sin cambiar el modelo del Estado de las Autonomías. Sobre todo destacó las
propuestas de carácter general que habían salido de la reunión como la reforma
del Senado y mecanismos de cooperación y como idea final y con respecto a las
reformas estatutarias insistió que su objetivo era la mejora de las
prestaciones de los ciudadanos y de la inmediatez y accesibilidad de las
instituciones, exigiendo en todo caso la “adecuación
a la Constitución”.
En el
contexto actual donde más que nunca urge una revisión a fondo del
funcionamiento del Estado autonómico y en el que el PSOE debe marcar una
posición unitaria al respecto, sería bueno retomar el espíritu de Santillana
del Mar. Eso sí, no traicionarle si no afianzarle con el horizonte de sentar
las bases de una España plural en el que convivan en armonía todas las
nacionalidades y regiones de España. Y para ello la aportación del PSOE debe
ser clave, eso sí, con un discurso claro y meditado y en el que todas las federaciones del
partido sean leales y que, en ningún caso, vuelvan a traicionar el espíritu de
aportaciones tan importantes en la historia socialista como la nacida en la reunión
celebrada en Santillana del Mar.
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